Isaac Mao fue elegido Personaje Mente Abierta del mes de junio. Aquí podéis disfrutar de la entrevista completa que nos concedió en aquel entonces.
¿Llevamos el hecho de compartir escrito en nuestro ADN?
Seguro que sí. Creo que la especie humana ha sido capaz de desarrollar sociedades tan sofisticadas como las actuales gracias a su capacidad de compartir y conectarse; una tendencia que ha estado presente desde las primeras comunidades de individuos. No obstante, en los últimos tiempos se ha perdido este instinto. Y la culpa es de una serie de barreras sociales que nos impiden de relacionarnos libremente.
¿Cuándo se instauraron estas barreras sociales?
Después de la revolución industrial y la separación entre el socialismo y el capitalismo, la gente empezó a focalizar sus energías en conseguir beneficios. Y a lo largo de este proceso se instauraron muchísimas reglas con el objetivo de controlar la información. Pero estas normas ya no tienen sentido. ¡Y lo peor de todo es que no son sostenibles! Especialmente en la era de internet, en la que lo que se promueve es la colaboración y la conexión entre individuos.
Es difícil imaginar una sociedad basada en la generosidad y, a la vez, empujada por el libre mercado, ¿no le parece?
Es cierto. Pero el capitalismo tiene que evolucionar. Se ha comprobado que el libre mercado también puede resultar fatal para las economías. O sea que necesitamos modificar las bases del capitalismo. Tenemos que encontrar unos fundamentos ligeramente distintos que den cabida a la confianza. Y con la confianza, llegará la colaboración.
En realidad, lo que propone es que las sociedades estén regidas por el sharismo…
Sí, exactamente. A raíz de mi experiencia como empresario e internauta, me di cuenta de que había modelos de negocio alternativos y formas de relacionarse basadas en la voluntad de la gente de compartir. Esta tendencia, que ya mostraban nuestros antepasados, revivió en el hábitat de internet hace unos diez años, gracias al movimiento bloguista al principio, y a las herramientas 2.0 y redes sociales después.
¿Esta teoría podría definirse como un comunismo «mejorado»?
No, no. El sharismo no tiene nada que ver con el comunismo. El comunismo capta la riqueza de la gente para distribuirla entre los miembros de una sociedad según los criterios de una minoría. El sharismo, en cambio , consiste en habilitar caminos legales y sociales para que quien quiera pueda compartir experiencias, conocimiento... ¡Pero sólo si quieren! El sharismo parte del individualismo y no al revés.
Quizás este modelo puede ser la clave para conseguir una democracia más real, más participativa…
Ojalá la democracia pueda evolucionar hacia un modelo en el que los mecanismos de participación vayan más allá del voto ocasional del ciudadano. La verdad es que, ahora más que nunca, necesitamos individuos con ganas de compartir ideas y conocimientos que desafíen al estamento político.
¿Cómo funcionaría una sociedad basada en el sharismo?
De manera muy parecida a como lo hace nuestro cerebro. Toda neurona comparte señales químicas con las neuronas que la rodean, lo cual le permite integrarse dentro de redes que generan información y conocimiento. Las neuronas se conectan y comparten. ¡Este es el secreto de la inteligencia humana! Sin embargo, nuestra sociedad concibe este comportamiento –conectarse y compartir– como el equivalente a dar, e inevitablemente, también a perder. Pero no es así.
Entonces, ¿compartir es ganar?
¡Exacto! Y le diré más: compartir es poder. Estoy convencido de que la próxima superpotencia se regirá por el sharismo. Aunque dudo que se trate de un país, sino más bien de una red humana conectada por medio del software social.
¿Hay algún ejemplo real que demuestre que compartir es ganar?
¡Hay millones! El simple hecho de compartir amplifica tu voz. Permite que tus ideas lleguen más lejos, con más intensidad. Si te preguntas qué necesita cualquier ser humano para poder sobrevivir en el mundo, la respuesta es simple. Más allá de las necesidades puramente materialistas, lo que necesitamos es apoyo de nuestro entorno. En este aspecto, internet ha sido el medio que ha repartido más poder. Y lo ha hecho en forma de credibilidad, estatus, reconocimiento e , incluso, protección. La tecnología ha convertido el arte de compartir en un arma más poderosa e incisiva de lo que imaginamos.
En 2008, escribió una carta a Google pidiéndole que se posicionara en contra de la censura china. ¿Qué papel tienen las grandes corporaciones tecnológicas a la hora de construir un mundo más justo?
Creo que tienen un gran potencial para ayudar a la gente a espaldas de sus países de origen. Pero antes tienen que deshacerse de muchas de las tradiciones del mundo empresarial. Muchas personas en China, por ejemplo, estarían dispuestas a apoyar a la empresa Google. Pero piensan que no pueden confiar en ella porque, por el hecho de respetar la soberanía del país donde se emplaza, se posiciona a favor de la legislación china. Además, el objetivo de esta y otras empresas, como Facebook o Twitter, todavía está demasiado enfocado en conseguir beneficios económicos, por lo que la gente percibe que responden a las necesidades de los accionistas y no a las suyas.
¿Confía en que el sharismo cristalizará en el sector empresarial?
Poco a poco lo está haciendo. Pienso que las empresas ahora empiezan a incorporar un cierto grado de responsabilidad social que las aleja de la visión marcada, únicamente, por el balance de resultados. Y lo que es más importante, este cambio de paradigma se empieza a consolidar como una vía alternativa para obtener beneficios.
La Fundación Wikipedia sería un ejemplo…
Sí, está claro. Esta organización, claramente, creó un modelo económicamente competitivo basado en la motivación de la gente por compartir su excedente de conocimiento; aunque, a pesar de ser pionera con su fórmula, le ha llegado el momento de reinventarse.
¿Por qué? ¿La gente está cansada de escribir la enciclopedia de todo el mundo?
Eso parece. Se ha comprobado que las aportaciones de nuevos editores disminuyen. Y creo que las normas que ofrece Wikipedia son el principal motivo de ello. Los nuevos usuarios se sienten, a menudo, intimidados por los editores más veteranos, puesto que la sintaxis de edición no sigue el estilo de las herramientas 2.0. Por otro lado, también creo que hay que cambiar la manera de remunerar a la gente. Wikipedia es famosa en todo el mundo y mucha gente se beneficia de ella. Pero, ¿qué sabemos de las personas que lo escriben? ¿Qué reciben a cambio?
¿Piensa que una teoría sólo se impondrá si se encuentra la forma de premiar a quien comparte?
Indudablemente. Cuando alguien comparte, mucha gente se beneficia de su aportación. ¿Por qué no se les puede premiar? Tenemos que alimentar positivamente este comportamiento o nos veremos inmersos en un mundo todavía más receloso.
¿Imagina que algún día el sharismo va a instaurarse en la médula espinal de nuestras sociedades? ¿Cómo sería este mundo?
Sería un mundo basado en la confianza y lleno de optimistas; justo lo que necesitamos para construir una paz sostenible. La enemistad entre Israel y Palestina o entre China y Japón, por ejemplo, se ha gestado durante generaciones. Y la única forma de resolver estos conflictos es buscando lazos de unión, y no centrarse únicamente en las causas del conflicto. Por suerte, esto ya ocurre en internet. Ahora mismo hay miles de individuos conectados que teóricamente tendrían que estar enfrentados. Pero superan las diferencias de sus gobiernos y de sus familiares, porque quieren compartir sus preferencias culturales e intelectuales. Y la lengua con la que se comunican no es el chino, el japonés, el árabe o el hebreo, sino la música, el cine o el software libre.
¿Llevamos el hecho de compartir escrito en nuestro ADN?
Seguro que sí. Creo que la especie humana ha sido capaz de desarrollar sociedades tan sofisticadas como las actuales gracias a su capacidad de compartir y conectarse; una tendencia que ha estado presente desde las primeras comunidades de individuos. No obstante, en los últimos tiempos se ha perdido este instinto. Y la culpa es de una serie de barreras sociales que nos impiden de relacionarnos libremente.
¿Cuándo se instauraron estas barreras sociales?
Después de la revolución industrial y la separación entre el socialismo y el capitalismo, la gente empezó a focalizar sus energías en conseguir beneficios. Y a lo largo de este proceso se instauraron muchísimas reglas con el objetivo de controlar la información. Pero estas normas ya no tienen sentido. ¡Y lo peor de todo es que no son sostenibles! Especialmente en la era de internet, en la que lo que se promueve es la colaboración y la conexión entre individuos.
Es difícil imaginar una sociedad basada en la generosidad y, a la vez, empujada por el libre mercado, ¿no le parece?
Es cierto. Pero el capitalismo tiene que evolucionar. Se ha comprobado que el libre mercado también puede resultar fatal para las economías. O sea que necesitamos modificar las bases del capitalismo. Tenemos que encontrar unos fundamentos ligeramente distintos que den cabida a la confianza. Y con la confianza, llegará la colaboración.
En realidad, lo que propone es que las sociedades estén regidas por el sharismo…
Sí, exactamente. A raíz de mi experiencia como empresario e internauta, me di cuenta de que había modelos de negocio alternativos y formas de relacionarse basadas en la voluntad de la gente de compartir. Esta tendencia, que ya mostraban nuestros antepasados, revivió en el hábitat de internet hace unos diez años, gracias al movimiento bloguista al principio, y a las herramientas 2.0 y redes sociales después.
¿Esta teoría podría definirse como un comunismo «mejorado»?
No, no. El sharismo no tiene nada que ver con el comunismo. El comunismo capta la riqueza de la gente para distribuirla entre los miembros de una sociedad según los criterios de una minoría. El sharismo, en cambio , consiste en habilitar caminos legales y sociales para que quien quiera pueda compartir experiencias, conocimiento... ¡Pero sólo si quieren! El sharismo parte del individualismo y no al revés.
Quizás este modelo puede ser la clave para conseguir una democracia más real, más participativa…
Ojalá la democracia pueda evolucionar hacia un modelo en el que los mecanismos de participación vayan más allá del voto ocasional del ciudadano. La verdad es que, ahora más que nunca, necesitamos individuos con ganas de compartir ideas y conocimientos que desafíen al estamento político.
¿Cómo funcionaría una sociedad basada en el sharismo?
De manera muy parecida a como lo hace nuestro cerebro. Toda neurona comparte señales químicas con las neuronas que la rodean, lo cual le permite integrarse dentro de redes que generan información y conocimiento. Las neuronas se conectan y comparten. ¡Este es el secreto de la inteligencia humana! Sin embargo, nuestra sociedad concibe este comportamiento –conectarse y compartir– como el equivalente a dar, e inevitablemente, también a perder. Pero no es así.
Entonces, ¿compartir es ganar?
¡Exacto! Y le diré más: compartir es poder. Estoy convencido de que la próxima superpotencia se regirá por el sharismo. Aunque dudo que se trate de un país, sino más bien de una red humana conectada por medio del software social.
¿Hay algún ejemplo real que demuestre que compartir es ganar?
¡Hay millones! El simple hecho de compartir amplifica tu voz. Permite que tus ideas lleguen más lejos, con más intensidad. Si te preguntas qué necesita cualquier ser humano para poder sobrevivir en el mundo, la respuesta es simple. Más allá de las necesidades puramente materialistas, lo que necesitamos es apoyo de nuestro entorno. En este aspecto, internet ha sido el medio que ha repartido más poder. Y lo ha hecho en forma de credibilidad, estatus, reconocimiento e , incluso, protección. La tecnología ha convertido el arte de compartir en un arma más poderosa e incisiva de lo que imaginamos.
En 2008, escribió una carta a Google pidiéndole que se posicionara en contra de la censura china. ¿Qué papel tienen las grandes corporaciones tecnológicas a la hora de construir un mundo más justo?
Creo que tienen un gran potencial para ayudar a la gente a espaldas de sus países de origen. Pero antes tienen que deshacerse de muchas de las tradiciones del mundo empresarial. Muchas personas en China, por ejemplo, estarían dispuestas a apoyar a la empresa Google. Pero piensan que no pueden confiar en ella porque, por el hecho de respetar la soberanía del país donde se emplaza, se posiciona a favor de la legislación china. Además, el objetivo de esta y otras empresas, como Facebook o Twitter, todavía está demasiado enfocado en conseguir beneficios económicos, por lo que la gente percibe que responden a las necesidades de los accionistas y no a las suyas.
¿Confía en que el sharismo cristalizará en el sector empresarial?
Poco a poco lo está haciendo. Pienso que las empresas ahora empiezan a incorporar un cierto grado de responsabilidad social que las aleja de la visión marcada, únicamente, por el balance de resultados. Y lo que es más importante, este cambio de paradigma se empieza a consolidar como una vía alternativa para obtener beneficios.
La Fundación Wikipedia sería un ejemplo…
Sí, está claro. Esta organización, claramente, creó un modelo económicamente competitivo basado en la motivación de la gente por compartir su excedente de conocimiento; aunque, a pesar de ser pionera con su fórmula, le ha llegado el momento de reinventarse.
¿Por qué? ¿La gente está cansada de escribir la enciclopedia de todo el mundo?
Eso parece. Se ha comprobado que las aportaciones de nuevos editores disminuyen. Y creo que las normas que ofrece Wikipedia son el principal motivo de ello. Los nuevos usuarios se sienten, a menudo, intimidados por los editores más veteranos, puesto que la sintaxis de edición no sigue el estilo de las herramientas 2.0. Por otro lado, también creo que hay que cambiar la manera de remunerar a la gente. Wikipedia es famosa en todo el mundo y mucha gente se beneficia de ella. Pero, ¿qué sabemos de las personas que lo escriben? ¿Qué reciben a cambio?
¿Piensa que una teoría sólo se impondrá si se encuentra la forma de premiar a quien comparte?
Indudablemente. Cuando alguien comparte, mucha gente se beneficia de su aportación. ¿Por qué no se les puede premiar? Tenemos que alimentar positivamente este comportamiento o nos veremos inmersos en un mundo todavía más receloso.
¿Imagina que algún día el sharismo va a instaurarse en la médula espinal de nuestras sociedades? ¿Cómo sería este mundo?
Sería un mundo basado en la confianza y lleno de optimistas; justo lo que necesitamos para construir una paz sostenible. La enemistad entre Israel y Palestina o entre China y Japón, por ejemplo, se ha gestado durante generaciones. Y la única forma de resolver estos conflictos es buscando lazos de unión, y no centrarse únicamente en las causas del conflicto. Por suerte, esto ya ocurre en internet. Ahora mismo hay miles de individuos conectados que teóricamente tendrían que estar enfrentados. Pero superan las diferencias de sus gobiernos y de sus familiares, porque quieren compartir sus preferencias culturales e intelectuales. Y la lengua con la que se comunican no es el chino, el japonés, el árabe o el hebreo, sino la música, el cine o el software libre.
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